Amira Barkhush

«Ninguna persona que se cruzara en tu camino permanecía indiferente ante tu elegancia». Amigos y colegas lamentan la muerte del fotoperiodista francés Antoni Lallican.

Las violaciones del espacio aéreo de la OTAN por parte de Rusia se han disparado en el último mes, lo que ha despertado la alarma en toda la Alianza. Desde los ataques con drones rusos contra Polonia hasta las incursiones de aviones de combate sobre Estonia, la pregunta sigue siendo: ¿hasta dónde está dispuesta a llegar Rusia y cómo responderá la OTAN?

La Conferencia Internacional Brand Ukraine, celebrada en Kyiv, se centró en cómo los valores nacionales pueden convertirse en un activo estratégico. Reunió a profesionales de la administración pública, la diplomacia, los negocios internacionales y las comunicaciones para plantear una pregunta: ¿pueden estos valores convertirse en seguridad?

Desde la invasión a gran escala de Rusia, los cielos de Ucrania nunca han sido seguros. En 2025, la guerra con drones ha entrado en una fase más letal, con Moscú lanzando cada mes miles de Shaheds más rápidos, baratos y destructivos, lo que ha elevado el número de víctimas civiles a su nivel más alto en tres años y ha obligado a Ucrania a replantearse sus defensas.

Los drones terrestres, que antes se consideraban torpes o poco convencionales, ya no son ciencia ficción en el frente ucraniano. Esta tecnología militar está salvando a soldados, transportando suministros, explorando las líneas enemigas e incluso liderando ataques contra las fuerzas rusas.

Mientras bombardea a los mismos rusoparlantes a los que dice «proteger», Putin sigue presionando para que se reconozca el estatus del idioma ruso en Ucrania. La razón es puramente utilitaria: para Moscú, los rusoparlantes son herramientas que puede utilizar contra los Estados en los que viven, y los países bálticos son un claro ejemplo de ello.