Tras la invasión a gran escala de Ucrania en 2022, el complejo militar-industrial ruso (MIC, por sus siglas en inglés) ha estado operando en modo de «guerra larga», impulsando la producción al mismo tiempo que lidiaba con la creciente escasez de componentes modernos, la fuga de cerebros y la dependencia de las cada vez más anticuadas reservas de la era soviética.
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