Illia Kabachynskyi

Mientras Rusia aumenta su maquinaria militar y los líderes europeos lanzan advertencias funestas, el continente se enfrenta a una cuestión crítica: ¿Puede movilizarse con suficiente rapidez para defenderse?

Cuando Rusia atacó Ucrania el 24 de febrero de 2022, pretendía poner fin a la guerra en sólo tres días, con un mínimo de bajas. En lugar de suministros, los soldados rusos empacaron uniformes de gala, esperando un desfile victorioso por la capital. Pero la guerra se ha convertido en la mayor catástrofe del gobierno de Putin y en uno de los fracasos militares más sangrientos de Rusia desde la Segunda Guerra Mundial.

Los medios de comunicación suelen considerar los ataques rusos de junio como una venganza por la Operación Telaraña, en la que Ucrania destruyó decenas de bombarderos estratégicos de Moscú. Pero esta afirmación no se sostiene con los datos: El Kremlin ordena ataques con misiles y aviones no tripulados contra ciudades ucranianas todos los días, y su escala aumenta constantemente.

La guerra de Rusia contra Ucrania alcanzó un nuevo hito el 6 de junio, con un asalto aéreo masivo sin precedentes en décadas.

Por primera vez desde que comenzó la invasión rusa, Ucrania ha destruido no sólo un misil Iskander, sino también el lanzador terrestre utilizado para dispararlo. En un ataque cerca de la frontera rusa, las fuerzas ucranianas destruyeron el sistema justo cuando se preparaba para su lanzamiento, probablemente dirigido contra Kyiv o Chernihiv.

El audaz ataque de Ucrania para inutilizar la aviación estratégica rusa ha demostrado una vez más que ningún objetivo militar en Rusia está realmente fuera de su alcance. La operación hizo añicos un pilar clave de la tríada nuclear rusa y mereció el agradecimiento de algunos líderes europeos. ¿Qué perdió Rusia exactamente y cuánta potencia de fuego le queda aún a su envejecida flota de bombarderos?