Illia Kabachynskyi

La guerra de drones de Rusia contra las ciudades ucranianas se está intensificando, con 550 drones y misiles lanzados en una noche, el segundo gran asalto en una semana. El objetivo de los ataques es desbordar las defensas aéreas, por lo que los sistemas de interceptación son cruciales para la supervivencia.

La economía rusa ha soportado cuatro años de sanciones desde que lanzó su guerra a gran escala en Ucrania, pero esta resistencia no es un signo de fortaleza. Uno de sus dos salvavidas fundamentales, el Fondo Nacional de Riqueza, muestra ahora graves signos de agotamiento, en parte gracias a las sanciones.

Las tensiones financieras derivadas de su guerra a gran escala en Ucrania no han impedido a Rusia invertir fuertemente en el Ártico. Con un ojo puesto en los recursos naturales y el otro en el desarrollo de infraestructuras militares, el Kremlin está profundizando su control sobre una región que considera estratégicamente vital.

Las Fuerzas Armadas ucranianas acaban de lograr un importante avance en el campo de los misiles, al crear un misil balístico de producción nacional, el Sapsan. Ahora viene la siguiente batalla: aumentar la producción de un puñado a cientos.

El estrecho de Ormuz, punto de estrangulamiento de casi el 20% del petróleo mundial y vía vital para el gas natural licuado, vuelve a estar en el centro de las tensiones geopolíticas. La amenaza de Irán de bloquearlo puede provocar una subida de los precios del petróleo y desestabilizar el comercio mundial.

Para la operación en Irán, el Pentágono desplegó seis bombarderos B-2. Se trata de los bombarderos furtivos más avanzados del mundo. Se trata de los bombarderos furtivos más avanzados del mundo; ningún otro país posee un arma semejante, ni siquiera Rusia.