Illia Kabachynskyi

Con la caída de misiles rusos y millones de desplazados, celebrar elecciones en Ucrania significaría ir en contra de la Constitución. Sin embargo, el presidente Zelenskyy afirma que Ucrania está dispuesta a cumplir las exigencias de su socio, ya que esto podría acelerar la firma de un acuerdo de alto el fuego. Ha ordenado al Parlamento que explore la vía legal.

En cada propuesta de alto el fuego, Putin insiste en la exigencia de transferir la región de Donetsk al control de Moscú. Su motivación es clara: Ucrania ha fortificado fuertemente la región, convirtiendo las principales ciudades en una enorme barrera defensiva. Capturar estas zonas costaría a Rusia cientos de miles de vidas y decenas de miles de millones de dólares.

El gasto militar mundial ha alcanzado un máximo histórico. Europa se está rearmando rápidamente, Rusia está aumentando la producción para uso doméstico, y dos grandes guerras—en Ucrania y Gaza—son los principales impulsores de esta tendencia.

Levantar las sanciones a Rusia se está considerando en las conversaciones de paz, pero la historia y el comportamiento reiterado del Kremlin hacia Ucrania y otros países sugieren que podría desencadenar una escalada futura. Sin sanciones, Rusia obtiene dinero y tecnología para librar más guerras.

Washington lanzó un nuevo esfuerzo para negociar el fin de la guerra de Rusia en Ucrania, una medida que puso a Kyiv en modo diplomático permanente y rápidamente unió a la Coalición de los Dispuestos de Europa en una mesa para elaborar un plan de paz. Un actor permanece notablemente ausente: Rusia.

La Cruz Roja Rusa está inmersa en el negocio de la guerra, no en el de la ayuda. Una nueva investigación de medios europeos revela que la organización promueve la propaganda del Kremlin, se asocia con grupos juveniles militarizados y opera en territorios ucranianos ocupados, donde no tiene mandato oficial.