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El submarino ruso Kalibr-Armed se avería, dejando al descubierto las grietas del poder naval de Putin

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Una fragata de la Armada francesa escolta a un submarino ruso que ha salido a la superficie en el mar Mediterráneo. (Fuente: Mando Marítimo de la OTAN)

Un submarino ruso armado con misiles de crucero Kalibr se vio obligado a regresar de una misión en el Mediterráneo en modo de superficie debido a una avería mecánica, un incidente que pone de relieve los retos más amplios a los que se enfrentan las operaciones navales de Rusia fuera de sus fronteras.

Según Defense Express, el 18 de octubre, el submarino diésel-eléctrico Novorossiysk, un buque de la clase «Kilo mejorada» del Proyecto 636.3, sufrió una fuga en el sistema de combustible durante una misión prolongada.

Según se informa, el combustible diésel inundó parte del casco, lo que provocó una retirada prematura a su base en San Petersburgo para su reparación.

Proyecto 636.3 Submarino diésel-eléctrico «Varshavyanka», conocido en la clasificación de la OTAN como clase Kilo mejorada. (Fuente: Naval News)
Proyecto 636.3 Submarino diésel-eléctrico «Varshavyanka», conocido en la clasificación de la OTAN como clase Kilo mejorada. (Fuente: Naval News)

El Novorossiysk, asignado oficialmente a la Flota del Mar Negro de Rusia, había estado operando en el Mediterráneo desde junio de 2025.

Debido al cierre del estrecho del Bósforo a los buques de guerra por parte de Turquía, en virtud de la Convención de Montreux invocada tras la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, el submarino tuvo que tomar una ruta más larga de 8500 kilómetros desde el mar Báltico, en lugar de un viaje de 2000 kilómetros desde el mar Negro.

El viaje de regreso del submarino se realizó en modo de superficie, lo que supuso una importante vulnerabilidad. Como señaló Defense Express, el Novorossiysk fue rastreado visualmente mientras atravesaba aguas de la OTAN, incluyendo la escolta de las fuerzas navales y aéreas francesas y suecas.

Aunque la causa inmediata del regreso fue mecánica, el artículo destaca que el fallo es sintomático de problemas estratégicos más amplios. El problema fundamental radica en la disminución de la capacidad de Rusia para mantener misiones navales en el Mediterráneo debido a las limitaciones logísticas y al aislamiento geopolítico.

Anteriormente, Rusia dependía de su centro logístico naval en Tartus, Siria, para el mantenimiento y el reabastecimiento. Sin embargo, según se informa, perdió el acceso a las instalaciones a principios de 2025, lo que dejó a los buques de guerra rusos sin infraestructura de reparación cercana. Según se informa, también se denegaron los intentos de repostar o recibir apoyo de Chipre.

La pérdida de Tartus y las restricciones de Turquía han tenido un efecto agravante en la capacidad de Rusia para proyectar su poder marítimo en el Mediterráneo. Como explica Defense Express, Moscú ha dependido cada vez más de las unidades de la Flota del Báltico para sus despliegues, lo que ha puesto a prueba la resistencia de los buques y las cadenas de apoyo.

El incidente de Novorossiysk demuestra las consecuencias de este cambio: misiones de larga distancia sin apoyo de mantenimiento en ruta, autonomía de combustible limitada y ausencia de personal de reparación calificado en el teatro de operaciones.

Los submarinos de la clase Proyecto 636.3, como el Novorossiysk, se encuentran entre las pocas plataformas rusas capaces de lanzar misiles de crucero Kalibr para ataque terrestre, que se han utilizado ampliamente durante la guerra en Ucrania.

Su capacidad de sigilo y de ataque a larga distancia desempeñó en su momento un papel importante a la hora de señalar el alcance estratégico, especialmente durante las operaciones rusas en Siria.

Sin embargo, la incapacidad para mantener estos activos en el extranjero limita ahora su relevancia operativa. El fallo mecánico de un solo submarino, que normalmente sería un problema rutinario, adquiere así una importancia desproporcionada dada la deteriorada estructura de apoyo.

El 9 de agosto, un remolcador de nueva construcción de la Armada rusa, el Kapitan Ushakov, se hundió en los astilleros Baltic Shipyard de San Petersburgo durante los trabajos finales de equipamiento, según Fontanka. El buque del Proyecto 23470 volcó durante la noche tras comenzar a inundarse el compartimento de maquinaria auxiliar, lo que pone de relieve los continuos problemas de seguridad y calidad que existen en la industria naval rusa.

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