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Rusia crea su propia USAID para extender su influencia mundial

Rusia sigue adelante con sus planes de crear una agencia estatal de desarrollo internacional inspirada en la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
La iniciativa, según el jefe de Rossotrudnichestvo , Yevgeny Primakov, forma parte de la estrategia del Kremlin para aumentar su presencia e influencia mundial mediante la llamada «ayuda humanitaria».
En una entrevista con el medio de comunicación ruso RBC, Primakov reveló que el Ministerio de Asuntos Exteriores está redactando una ley federal sobre ayuda al desarrollo internacional que formalizaría las operaciones de la nueva agencia.
«No pretendemos competir con USAID; siendo realistas, nos encantaría estar a la altura de Finlandia», dijo, refiriéndose al modesto programa de desarrollo de Helsinki.
Según Primakov, la legislación eliminaría los retrasos burocráticos necesarios actualmente para que Moscú apruebe cualquier iniciativa de ayuda en el extranjero. Subrayó que un proceso racionalizado permitiría al gobierno ruso actuar con mayor rapidez a la hora de poner en marcha proyectos en el extranjero destinados a mejorar su imagen y su huella geopolítica.
En la actualidad, Rossotrudnichestvo cuenta con un presupuesto anual de unos 62 millones de dólares. Sin embargo, sólo una cuarta parte de esa financiación se destina a actividades reales de los proyectos.
El resto se utiliza para mantener más de 80 oficinas en más de 70 países, incluidos alquileres, mantenimiento, salarios y otros gastos generales. «Estamos intentando convertir este viejo carro en un vehículo», dijo Primakov, calificando la agencia de «rudimento» de una época anterior.
Aunque los planes concretos para la nueva agencia de ayuda siguen sin estar claros, las actividades actuales de Rossotrudnichestvo incluyen la distribución de libros en ruso, el mantenimiento de monumentos conmemorativos de la guerra de la era soviética y el apoyo a iniciativas de mantenimiento de la paz y formación de voluntarios.
Primakov reconoció que, hasta ahora, el papel de la agencia era en gran medida simbólico. «Vivimos en un mundo activo y debemos ser activos», declaró, subrayando la intención de Rusia de adoptar tácticas de poder blando más asertivas.
El calendario de la iniciativa coincide con el desmantelamiento del propio aparato de ayuda mundial de Estados Unidos. Desde su regreso a la Casa Blanca en enero de 2025, el presidente Donald Trump ha acusado a USAID de corrupción y malversación de fondos. En respuesta, el Departamento de Estado de EEUU ha congelado o cancelado la gran mayoría de los programas de USAID y ha tomado el control directo de las iniciativas estratégicas restantes.
Fundada en 1961 bajo la presidencia de John F. Kennedy, USAID ha servido durante mucho tiempo como el principal vehículo para la ayuda exterior estadounidense. Su presupuesto antes del cierre de 2025 se estimaba en 42.800 millones de dólares.
La retirada de la financiación estadounidense ha afectado gravemente a las organizaciones de la sociedad civil y a los medios de comunicación de todo el mundo, incluida Ucrania, donde apoyaba el periodismo independiente y las investigaciones sobre crímenes de guerra.
La ambición rusa de crear su propia versión de USAID no es nueva. En 2011, el entonces representante del Banco Mundial en Rusia, Alexei Kudrin, presentó una propuesta similar. Al año siguiente se presentó un proyecto de ley, pero el proyecto se estancó.
El renovado esfuerzo de hoy sugiere que Moscú se toma en serio la expansión de su poder blando, incluso mientras su agresión militar sigue desestabilizando a los países vecinos, incluida Ucrania.
Al revivir ahora la idea, el Kremlin parece estar llenando el vacío dejado por la retirada de Washington, aprovechando la ayuda no como una herramienta de desarrollo, sino como un instrumento de influencia geopolítica.
Anteriormente, una investigación reveló que Rusia ha estado expandiendo su influencia a través de África Central y Occidental a través de una estrategia coordinada que involucra mercenarios Wagner, extracción de recursos y difusión cultural.
Desde 2018, empresas vinculadas a Rusia han tomado el control de minas de oro y diamantes a cambio de apoyo militar, mientras que el Kremlin ha impulsado el poder blando a través de la Iglesia Ortodoxa, las redes de propaganda y la educación en ruso, lo que ha llevado a los analistas a describir la campaña como una empresa colonial moderna.






