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Rusia pierde dos aviones Su-30 al intentar interceptar drones marinos ucranianos. ¿Qué falló?

Tras el derribo sin precedentes de dos cazas Su-30 rusos por un dron marítimo ucraniano, siguen apareciendo nuevos detalles sobre el enfrentamiento, incluida la confirmación de que se utilizaron misiles AIM-9 de fabricación estadounidense durante el ataque.
Según Defense Express del 5 de mayo, el suceso ha planteado cuestiones operativas clave, en particular por qué Rusia desplegó cazas Su-30 de alta velocidad para contrarrestar los drones navales ucranianos en lugar de aviones de patrulla más convencionales como el Be-12 o plataformas de ala rotatoria como el Ka-29.

Los analistas sugieren que la cuestión tiene valor práctico, ya que comprender las deficiencias de la respuesta rusa podría servir de base para futuras estrategias defensivas.
A finales de 2023 ya se había informado de que Rusia utilizaba aviones de patrulla Be-12 y helicópteros navales Ka-29 para vigilar la actividad de los drones ucranianos. Sin embargo, ambas plataformas se consideran obsoletas: se dice que los aviones Be-12 se utilizarán hasta el final de su vida útil, mientras que los Ka-29 son escasos.
A pesar de ello, Rusia consideró en un principio que estas plataformas más lentas eran suficientes para la vigilancia de los vehículos de superficie no tripulados (USV) ucranianos, sobre todo teniendo en cuenta su bajo coste en comparación con cazas modernos como el Su-30.
Para contextualizar, el Ka-29 tiene una velocidad máxima de aproximadamente 280 km/h, mientras que el Be-12 alcanza una velocidad de crucero de unos 320 km/h. En cambio, el Su-30 puede alcanzar velocidades de hasta 1.350 km/h a baja altura.

Aunque más capaz en términos de velocidad y agilidad, el Su-30 se vio obligado a enfrentarse al dron ucraniano con cañones de 30 mm guiados visualmente y bombas no guiadas, un método descrito como anticuado e ineficaz en los escenarios de combate modernos.
El cambio de los aviones de hélice a los cazas a reacción parece haber sido impulsado por un punto de inflexión en diciembre de 2024, cuando un dron ucraniano Magura V5 derribó con éxito un helicóptero ruso Mi-8 utilizando un misil R-73.

Al parecer, este incidente llevó a las fuerzas rusas a reevaluar la amenaza que suponían los drones navales ucranianos y a responder con aviones más ágiles y capaces de sobrevivir, a pesar del aumento del riesgo operativo y del coste.
El resultado fue la pérdida de dos Su-30, un golpe importante dadas las avanzadas capacidades y el alto valor de estos aviones. Es posible que Rusia se vea ahora obligada a buscar contramedidas alternativas contra la creciente flota ucraniana de drones navales armados.
De este suceso se desprenden dos lecciones más generales. En primer lugar, la aparición de drones navales equipados con misiles tierra-aire ha hecho vulnerables incluso a los aviones a reacción en zonas de enfrentamiento visual directo.
Como resultado, los esfuerzos de la industria de defensa pueden centrarse cada vez más en municiones guiadas de precisión capaces de apuntar a drones marinos pequeños y de rápido movimiento.
En segundo lugar, el análisis indica que en el futuro la atención podría centrarse en municiones guiadas de precisión capaces de alcanzar pequeños objetivos de superficie, así como en la integración de sistemas de defensa antiaérea de mayor alcance directamente en los USV, como parte de la evolución en curso de la dinámica ofensiva-defensiva en el mar.
Anteriormente, el 31 de diciembre de 2024, un dron marítimo ucraniano Magura V5 armado con misiles R-73 derribó dos helicópteros rusos Mi-8 y dañó un tercero cerca de la Crimea ocupada, marcando un importante cambio táctico en el uso de drones marítimos por parte de Ucrania, según un informe del 2 de enero de la Inteligencia de Defensa de Ucrania.
