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La purga de Putin se vuelve interna: el Kremlin arremete contra sus propios propagandistas pro-guerra

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Vladimir Putin asiste a una ceremonia de colocación de ofrendas florales en la Tumba del Soldado Desconocido en el Jardín de Alejandro, junto a la muralla del Kremlin, el 22 de junio de 2025, en Moscú, Rusia. (Fuente: Getty Images)
Vladimir Putin asiste a una ceremonia de colocación de ofrendas florales en la Tumba del Soldado Desconocido en el Jardín de Alejandro, junto a la muralla del Kremlin, el 22 de junio de 2025, en Moscú, Rusia. (Fuente: Getty Images)

Quienes en su momento fueron aclamados como leales defensores del régimen de Vladímir Putin y adalides de la guerra de Rusia en Ucrania, ahora son silenciados por el mismo sistema represivo que ayudaron a construir, según informó The Guardian el 6 de noviembre.

Entre los afectados se encuentran Sergei Markov, comentarista político de larga trayectoria que frecuentemente elogiaba a Putin como «uno de los grandes hombres de la historia», y Roman Alyokhin, bloguero y recaudador de fondos para las tropas rusas, defensor de la guerra. Ambos han sido recientemente calificados como «agentes extranjeros», un término de la era soviética revivido por Moscú para estigmatizar a quienes considera políticamente sospechosos.

La lista de objetivos también incluye a Tatyana Montyan, comentarista nacida en Ucrania para la cadena estatal rusa RT, quien fue designada oficialmente como “terrorista y extremista”, una etiqueta generalmente reservada para los enemigos políticos del Kremlin, como los asociados del fallecido Alexei Navalny.

The Guardian señala que estas designaciones marcan un cambio drástico: la maquinaria represiva del Kremlin, que antes se centraba exclusivamente en silenciar a los activistas pacifistas y a la oposición, ahora se vuelve contra sus propios partidarios más fervientes.

«Primero persiguieron a las voces pacifistas. Ahora ya no quedan, y la maquinaria represiva es imparable», afirmó la politóloga rusa Ekaterina Schulmann.

Según analistas citados por The Guardian, esta nueva ola de represión refleja una lucha de poder dentro del sistema de Putin, que enfrenta a propagandistas arraigados y leales al Kremlin contra los llamados «militaristas» o blogueros Z, una extensa red de personas influyentes ultranacionalistas y activistas voluntarios que han recaudado fondos y equipo para las tropas en el frente desde 2022.

Schulmann describió el conflicto como una batalla entre los “leales” vinculados al Ministerio de Defensa y a las estructuras de propaganda oficiales, y los militaristas de base que en ocasiones han criticado la forma en que se libra la guerra.

“Las autocracias temen cualquier tipo de movilización ciudadana”, afirmó Schulmann. “Cualquier movimiento auténtico, incluso uno a favor de la guerra, se percibe como un obstáculo y potencialmente peligroso”.

Según The Guardian, algunos casos sugieren motivaciones tanto políticas como financieras. Al parecer, Markov cayó en desgracia tras el deterioro de las relaciones de Moscú con Azerbaiyán, mientras que Alyokhin y Montyan han sido investigados por el presunto mal uso de donaciones recaudadas para los soldados rusos. Los observadores sugieren que la represión tiene tanto que ver con el control del dinero y la influencia como con la ideología.

“En esencia, su conflicto es una lucha por los recursos”, afirmó Ivan Philippov, investigador del movimiento pro-guerra ruso. Señaló que el propagandista estatal Vladimir Solovyov—figura destacada del bando leal a la guerra—ha encabezado los esfuerzos por marginar a los blogueros de guerra independientes, frustrado porque algunos recaudaban más dinero para el frente que su propia organización benéfica estatal.

La ironía de la situación no ha pasado desapercibida para las figuras de la oposición rusa que aún permanecen en el poder, según indica The Guardian.

“Ha sido curioso observar cómo aquellos que nunca se opusieron al encarcelamiento de liberales descubren ahora que la justicia en Rusia es selectiva”, declaró Philippov.

El propio Markov protestó tras ser tildado de agente extranjero, insistiendo en que se había tratado de «un malentendido». Alyokhin, otrora defensor acérrimo de las leyes represivas rusas, ahora afirma que la ley sobre agentes extranjeros «viola la Constitución rusa» y representa «una grave infracción de los derechos civiles».

Schulmann prevé más detenciones. «El aparato represivo ruso tiene que cumplir con sus cuotas», declaró. «La maquinaria debe seguir funcionando».

Anteriormente, surgieron informes que indicaban que Putin teme otro golpe de Estado, dado el debilitamiento de la posición de Rusia ante la creciente presión económica y política.

La creciente inestabilidad dentro del Kremlin coincide con las nuevas sanciones estadounidenses y una postura internacional cada vez más restrictiva contra los ingresos petroleros de Moscú.

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