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El ataque con drones de inteligencia artificial de Ucrania que le costó a Rusia 7.000 millones de dólares y un tercio de sus bombarderos

Ucrania asestó un golpe contundente a la flota aérea estratégica rusa: una operación de élite que pocas naciones podrían ejecutar. Denominado "Camiones Troyanos", el ataque demostró que Ucrania está derrotando a Rusia no con fuerza bruta, sino con tácticas audaces y superioridad tecnológica, incluso a una distancia de 5.000 kilómetros.
El 1 de junio de 2025, comenzaron a aparecer informes en medios ucranianos y rusos sobre ataques contra cuatro bases aéreas rusas que albergaban bombarderos estratégicos. Posteriormente se confirmó que cinco aeródromos fueron el objetivo. Vídeos que circulaban en línea mostraban drones impactando contra bombarderos rusos Tu-95 y Tu-22M3 en rápida sucesión.
Lo que más impactó a los observadores fue la distancia: la base aérea de Belaya, por ejemplo, se encuentra a más de 4.500 kilómetros de la frontera con Ucrania, mucho más allá del alcance conocido de cualquier arma ucraniana. En realidad, ningún sistema ucraniano había llegado jamás tan lejos. La operación, orquestada por el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU), fue una misión audaz y técnicamente sofisticada en las profundidades del territorio ruso. Su preparación llevó 18 meses.
¿Cómo lo lograron?

Operación Telaraña
Una de las mayores amenazas para las ciudades ucranianas es la aviación estratégica rusa, que lanza misiles desde posiciones distantes, mucho más allá del alcance de los drones o incluso de los misiles convencionales.
Por eso, el SBU desarrolló la Operación Pavutyna ("Telaraña"), un audaz plan para atacar estos activos inesperadamente a corta distancia. El arma predilecta: drones FPV, que debían lanzarse cerca de sus objetivos para ser efectivos. Un ataque tan descarado fue totalmente inesperado, y las defensas aéreas convencionales no estaban preparadas para contrarrestarlo.
Ucrania utilizó inteligencia artificial para garantizar una precisión milimétrica. En la ciudad de Poltava, sede de un museo de aviación estratégica de largo alcance, se entrenaron drones mediante IA para reconocer y atacar aeronaves de forma que maximizaran la destrucción. Estos drones no actuaban al azar; "conocían" sus objetivos.

Se desplegaron un total de 117 drones, cada uno controlado por su propio operador.
Ucrania transportó de forma encubierta los drones entrenados a Rusia, ensamblándolos gradualmente en la ciudad de Cheliábinsk. Sin embargo, los lanzamientos directos de drones por parte de agentes ucranianos en territorio ruso no eran viables. Aquí es donde entraron en juego los ahora infames "Camiones Troyanos".
Se montaron "cabinas" simuladas a medida sobre remolques de plataforma y se ocultaron drones FPV bajo sus techos. Los conductores de los camiones entregaron estas plataformas a puntos de lanzamiento preseleccionados cerca de bases aéreas. Una vez en posición, se abrieron los techos de forma remota y los drones se lanzaron hacia sus objetivos. Posteriormente, las cabinas montadas en los camiones se autodestruyeron.
Casi todos los aspectos de esta operación fueron únicos: cómo se entrenó la IA para maximizar su eficacia, cómo se introdujeron los drones clandestinamente en Rusia, cómo se diseñaron los refugios camioneros camuflados y el hecho de que todos los ataques se realizaran simultáneamente. Todo el personal involucrado en la operación había sido evacuado de Rusia mucho antes de su ejecución y ahora se encuentra a salvo. Según fuentes, la escala y la complejidad logística de la operación requirieron 18 meses de preparación.

En resumen: camiones estacionados cerca de aeródromos rusos desplegaron drones FPV que, guiados por IA, identificaron aeronaves específicas y las destruyeron. Todo esto se llevó a cabo desde Kyiv, a casi 5.000 kilómetros de distancia, donde se coordinó la operación.
El 34% de los portamisiles de crucero estratégicos de Rusia fueron alcanzados
Lo que hace que esta operación sea especialmente significativa no es solo su complejidad, sino también la elección de los objetivos: bombarderos estratégicos, activos de alto valor, sofisticados y prácticamente irremplazables, incluyendo plataformas capaces de transportar armas nucleares.
El SBU afirma que la operación dañó o destruyó el 34% de los portamisiles de crucero estratégicos rusos. Esto incluye bombarderos Tu-95 y Tu-22M3, aviones de alerta temprana aerotransportados A-50 y posiblemente varios aviones de transporte. Si bien las cifras exactas aún no están claras, los informes sugieren que 41 aeronaves fueron impactadas, 10 de ellas completamente destruidas, sin posibilidad de reparación.
Rusia ha comenzado a promover una narrativa propagandística que minimiza las pérdidas y afirma que el ataque fue repelido. Sin embargo, el SBU estima el costo total de los daños en 7 mil millones de dólares.
Muchas de estas pérdidas son irreversibles: el último Tu-22M3 se fabricó en 1993. Rusia no tiene sustitutos para estos aviones, ni para el Tu-95 ni el Tu-160. Los planes de modernización existentes tardarán años en implementarse, si es que llegan a implementarse. En esencia, Ucrania está desmantelando los vestigios del legado de la aviación soviética del que Rusia aún depende.
Un hito tecnológico
El resultado de la Operación Telaraña marca un punto de inflexión: mediante tecnologías avanzadas y una ejecución precisa, Ucrania asestó un golpe selectivo a los recursos más críticos de la Fuerza Aérea Rusa.
Mientras tanto, Rusia continúa con sus propias tácticas: lanzó 905 drones y 90 misiles balísticos y de crucero en un solo fin de semana, dirigidos principalmente contra ciudades civiles.
