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No queda ninguna zona segura: los misiles Tomahawk estadounidenses ponen las bases rusas al alcance de Ucrania

El presidente estadounidense Donald Trump confirmó que Washington suministrará a Ucrania misiles de crucero Tomahawk, bajo control operativo de Estados Unidos.
Más allá del titular, esta medida supone un punto de inflexión en la estrategia militar occidental y podría remodelar la arquitectura de seguridad de Europa, según Army Recognition el 7 de octubre.
El misil de ataque terrestre Tomahawk (TLAM) es uno de los sistemas de ataque de largo alcance más precisos y versátiles del arsenal estadounidense. Con un alcance superior a los 1600 kilómetros, permite realizar ataques de penetración profunda contra objetivos de gran valor mientras vuela a baja altitud para evadir la detección por radar.
Para Ucrania, esto significa la capacidad de atacar bases aéreas, centros logísticos y puestos de mando rusos lejos del frente, objetivos que antes se consideraban fuera del alcance incluso de los sistemas Storm Shadow o ATACMS.

Al mantener la autoridad de mando de EE. UU. sobre los lanzamientos de misiles, Washington garantiza un control estricto sobre la escalada, al tiempo que mejora el alcance estratégico de Kyiv. Se trata de un modelo que combina la disuasión con la supervisión: Ucrania obtiene el poder de atacar en profundidad detrás de las líneas rusas, pero solo bajo la autorización coordinada de EE. UU.
Este enfoque puede convertirse en un modelo para el futuro apoyo occidental, ya que permite capacidades avanzadas sin renunciar al mando.
Según Army Recognition, los planificadores de Estados Unidos y la OTAN están preparando plataformas de lanzamiento terrestres compatibles. Es probable que estas incluyan sistemas de lanzamiento vertical Mk 41 modificados o versiones terrestres móviles derivadas del programa de misiles Typhon del Ejército de Estados Unidos.

Se espera que las unidades ucranianas reciban tanto el equipo como la capacitación para el ataque integrado bajo la supervisión de Estados Unidos.
La introducción de los misiles Tomahawk cambia más que la geografía del campo de batalla: altera la psicología estratégica. La infraestructura militar rusa en lo profundo de su territorio, que antes estaba protegida por la distancia, ya no es segura. Desde los centros de mando en Belgorod hasta las instalaciones de la Flota del Mar Negro en Crimea, los nodos clave del esfuerzo bélico ruso quedarían dentro del alcance potencial.
En términos prácticos, esta medida reduce la capacidad de Moscú para operar con impunidad en sus zonas de retaguardia, lo que le obliga a dispersar sus activos, reforzar las bases aéreas y desviar recursos del frente. Para Europa, esto indica que Washington está dispuesto a ir más allá de la ayuda simbólica, suministrando herramientas que pueden cambiar de forma decisiva la dinámica operativa, al tiempo que se mantiene el control para evitar una escalada.

La decisión también encaja en una tendencia más amplia de ampliar las capacidades de ataque de precisión entre los aliados de la OTAN. Como señala Army Recognition, la aprobación de Trump del uso de misiles Tomahawk por parte de Ucrania sigue a iniciativas anteriores de Estados Unidos para permitir la integración aliada de sistemas avanzados como HIMARS y Storm Shadow.
Pero, a diferencia de esas armas, los Tomahawk redefinen el alcance, el sigilo y la imprevisibilidad, tres variables que podrían cambiar el ritmo de la propia guerra.
Anteriormente, durante una reunión a puerta cerrada en las Naciones Unidas el 26 de septiembre, el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy pidió al presidente estadounidense Donald Trump que proporcionara misiles de crucero Tomahawk, una solicitud que Trump pareció dispuesto a considerar. En una entrevista realizada ese mismo día, Zelenskyy dijo que Trump «trabajaría en ello».
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