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Guerra en el Ártico: cómo Rusia está convirtiendo una región pacífica en una base militar

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En los últimos años, Rusia ha intensificado su presencia militar en el Ártico, convirtiendo esta importante ruta comercial en un potencial campo de batalla geopolítico.

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Cuando se habla de rutas comerciales mundiales, inmediatamente nos vienen a la mente dos arterias principales: los canales de Suez y Panamá. Estos pasos gestionan enormes volúmenes de carga entre Asia, Europa y Estados Unidos. Sin embargo, hay una tercera ruta, menos mencionada, pero no menos importante: la ruta comercial del Ártico.

Navegar por el Ártico es todo un reto debido a su clima extremo: un frío glacial y aguas cubiertas de hielo durante casi todo el año. Por ahora. Los científicos climáticos no se ponen de acuerdo en los plazos exactos, pero todos predicen que en los próximos 50 años las condiciones del Ártico cambiarán, las temperaturas aumentarán y el permafrost retrocederá.

Rompehielos ruso. Foto: Ministerio de Transporte de Rusia.
Rompehielos ruso. Foto: Ministerio de Transporte de Rusia.

Esto no solo haría más accesible la ruta comercial, sino que también facilitaría el acceso a otro recurso valioso: los yacimientos naturales. Se estima que el Ártico alberga 412 mil millones de barriles de petróleo y gas, alrededor del 22 % de las reservas mundiales aún sin descubrir.

Durante décadas, los países ribereños del Ártico han considerado la región como una zona de paz, cooperación y uso compartido. Rusia también lo hizo en su momento. Pero ya no es así. La obsesión implacable de Moscú por las amenazas externas —y la creencia de que los enemigos se están preparando para atacar— ha cambiado su enfoque.

Una frontera interminable

La frontera ártica de Rusia se extiende a lo largo de unos impresionantes 24 000 km. Durante mucho tiempo, Moscú confió en las brutales condiciones naturales —hielo perpetuo y temperaturas bajo cero— como su primera línea de defensa.

Sin embargo, para el Kremlin, las defensas naturales no son suficientes. El Ártico alberga ahora una red cada vez mayor de instalaciones militares rusas.

Ya en 2021, los medios de comunicación estadounidenses informaron de que Rusia estaba reactivando bases de la era soviética y construyendo otras nuevas. El Ministerio de Defensa ruso anunció 590 nuevas instalaciones militares, entre ellas aeródromos para aviones de combate Su-34 y Su-35.

El aeródromo ruso de Nagurskoye, la instalación militar más septentrional del país, con un edificio de tres alas. Fuente: CNN.
El aeródromo ruso de Nagurskoye, la instalación militar más septentrional del país, con un edificio de tres alas. Fuente: CNN.

Según se informa, Moscú está posicionando sistemas de misiles, unidades de aviación, instalaciones de defensa aérea y sistemas de radar a lo largo de su frontera norte, con el objetivo de obtener el control total de la región, que abarca una vasta porción del hemisferio norte.

En 2024, Vladimir Putin reafirmó su compromiso con el dominio del Ártico al ordenar el mayor ejercicio militar en la historia de la región: Ocean-2024. El ejercicio involucró a 400 buques de guerra, submarinos y buques de apoyo, así como a 120 aviones y helicópteros, una demostración de fuerza sin precedentes. Como parte de los ejercicios, bombarderos estratégicos capaces de transportar misiles nucleares sobrevolaron los mares de Barents y Noruega.

Estos ejercicios han despertado una gran alarma. Desde la Guerra Fría, pocos consideraban el Ártico como una zona de guerra potencial. Pero Rusia se está preparando para un futuro en el que el hielo retroceda, las defensas naturales desaparezcan y la región se convierta en un campo de batalla.

Aunque gran parte del mundo pasa por alto esta amenaza, los países escandinavos la perciben con especial intensidad. En 2024, los debates sobre los daños sufridos por los cables submarinos en el mar Báltico cobraron impulso, tras las preocupaciones anteriores sobre la guerra electrónica rusa (interferencias en el GPS) en 2022 y 2023. Sin embargo, el Ártico lleva años enfrentándose a este tipo de provocaciones. Aviones militares rusos han violado repetidamente el espacio aéreo escandinavo y, en 2022, se cortó un cable de fibra óptica que conectaba Noruega continental con el archipiélago de Svalbard. Las sospechas recayeron sobre Rusia, ya que un barco pesquero ruso se encontraba en la zona en el momento del incidente. Este cable da servicio a una estación satelital en Svalbard y proporciona acceso a Internet de banda ancha al archipiélago ártico.

Las naciones árticas reconocen que el deshielo no solo deja al descubierto las fronteras de Rusia, sino que también afecta a las suyas. Es posible que el aumento del poderío militar de Moscú no tenga que ver con la defensa y que sus maniobras no sean solo ejercicios. Ucrania ya ha aprendido esa lección.

Pero la expansión militar no es la única motivación en juego.

Rutas comerciales y recursos

La presencia de hielo no significa que el Ártico sea intransitable. Existe comercio, aunque a menor escala que en otras partes del mundo, y requiere una clase especial de buques de escolta: los rompehielos. En este ámbito, Rusia es el líder indiscutible. Según el Ministerio de Transporte de Rusia, el país cuenta con 41 rompehielos, incluidos siete de propulsión nuclear, lo que lo convierte en la única nación del mundo con una flota de este tipo. Por el contrario, Estados Unidos, Canadá y los países europeos solo cuentan con unos pocos.

Este dominio ha permitido a Rusia controlar la Ruta del Mar del Norte. Dado que la navegación por el Ártico depende en gran medida de los rompehielos rusos, Moscú obtiene beneficios al cobrar tasas comerciales por su uso.

Al mismo tiempo, esto le da a Rusia una ventaja estratégica crucial. El Kremlin conserva el poder de dictar los flujos comerciales del Ártico. Los rompehielos también operan junto con las fuerzas navales de Rusia, lo que garantiza que se puedan mantener las operaciones militares en la región. Como era de esperarse, las naciones aliadas de Rusia ahora están invirtiendo en sus propias flotas de rompehielos en lugar de depender únicamente de su supuesto «aliado».

Las ambiciones árticas de Rusia también sirven como herramienta para eludir las sanciones occidentales. Al controlar este corredor comercial, Moscú puede seguir exportando recursos a Asia, eludiendo las restricciones.

La pretensión de Rusia de dominar el Ártico se refleja también en sus ambiciones territoriales. Aunque los acuerdos internacionales establecen que las aguas territoriales se extienden hasta 12 millas (22 km) desde la costa y las zonas económicas exclusivas hasta 200 millas (370 km), Rusia lleva años intentando ampliar sus reivindicaciones. Moscú sostiene que las cordilleras Lomonosov y Mendeleev son extensiones de su plataforma continental, por lo que reivindica derechos sobre 1,2 millones de km² adicionales, incluido el Polo Norte.

Está en juego el 22 % de las reservas mundiales de petróleo y gas sin explotar. Para Rusia, obtener el control de estos recursos representa otra oportunidad de generar ingresos masivos. Solo en los últimos tres años, Rusia ha ganado más de 800 000 millones de dólares con la extracción de recursos del Ártico. La guerra a gran escala contra Ucrania ya ha demostrado cómo el Kremlin explota los recursos energéticos para el chantaje y la desestabilización económica, especialmente en Europa. Además, Moscú tiene décadas de experiencia en la extracción de petróleo en condiciones árticas.

Las líneas amarillas muestran el alcance de la influencia rusa en el Ártico.
Las líneas amarillas muestran el alcance de la influencia rusa en el Ártico.

Si Rusia logra ampliar sus reivindicaciones territoriales, obtendrá un control sin límites sobre el Ártico. Tendría el poder de regular las rutas comerciales, imponer bloqueos y desplegar fuerzas militares de forma encubierta para futuros conflictos.

¿El próximo campo de batalla?

En 2024, Netflix estrenó la segunda temporada de The Diplomat. (Alerta de spoiler: al final, queda claro que toda la trama gira en torno a que el Ártico se convierta en el próximo punto caliente mundial). Pero para Rusia, esta región no es solo una fuente de recursos. Es una posible plataforma de lanzamiento para ataques contra Europa o Estados Unidos, un campo de batalla al que pocos prestan atención.

Moscú ya está librando una guerra en su frontera occidental (Ucrania) y amenazando a sus vecinos bálticos. Cuenta con aliados, socios y Estados satélites al sur. El Ártico podría ser el próximo frente en la expansión de Rusia. Rusia no está invirtiendo en puertos, sino construyendo bases militares.

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