- Categoría
- Mundo
Rusia intensifica las tensiones en el Báltico con el sobrevuelo de un avión Su-35 y la incautación de un buque en aparente venganza contra Estonia
-c7f4de3f1d4899670b715d362d6c0808.png)
El mar Báltico, compartido por varias naciones europeas y Rusia, se rige por acuerdos de navegación de larga data. Pero desde que lanzó su invasión a gran escala de Ucrania, Rusia ha incumplido repetidamente estas normas, utilizando aviones militares para intimidar y burlando impunemente las normas internacionales.
El 18 de mayo, Rusia detuvo por primera vez al buque Green Admire, propiedad de la compañía griega Aegean Shipping. El buque había zarpado del puerto estonio de Sillamäe y se dirigía al puerto de Rotterdam (Países Bajos) con un cargamento de petróleo de esquisto bituminoso. Nunca antes se había producido un incidente de este tipo.
El buque fue detenido por fuerzas navales rusas cuando transitaba por aguas territoriales rusas, una práctica habitual en esta ruta. Estonia, Finlandia y Rusia han aprobado previamente el paso en sí, por considerarlo el más seguro al evitar aguas poco profundas. Un antiguo acuerdo entre los tres países permite la navegación por este corredor.
La detención ha suscitado gran preocupación, sin una justificación clara: el buque tiene un propietario legítimo y conocido, no forma parte de la flota fantasma, enarbola una bandera nacional reconocida y tenía una ruta y una carga plenamente documentadas. Sin embargo, Rusia, sin previo aviso, rompió el acuerdo permanente y se apoderó del buque.
Este parece ser otro caso de intimidación, coacción y represalia.
Las represalias rusas y el caza Su-35
Es probable que las acciones de Rusia fueran una respuesta a un incidente ocurrido el 13 de mayo. Ese día, la patrulla costera estonia intentó detener al petrolero Jaguar, que se dirigía al puerto ruso de Primorsk. El motivo: el petrolero navegaba sin pabellón nacional, lo que constituye una infracción - todos los buques deben enarbolar el pabellón de un país reconocido. El Jaguar también figura en la lista de sanciones del Reino Unido y se considera parte de la flota rusa en la sombra.
Los países bálticos desconfían especialmente de los buques de la flota fantasma, en gran medida por los riesgos medioambientales. Estos buques carecen de seguros de compañías reconocidas en todo el mundo, lo que significa que en caso de emergencia, como un accidente o un vertido de petróleo, la responsabilidad y la rendición de cuentas no están claras. Rusia ignora sistemáticamente estas preocupaciones.

Para llevar a cabo la inspección del Jaguar, la armada estonia desplegó medios militares, entre ellos la patrullera EML Raju, un helicóptero AgustaWestland AW139 y un avión M28 Skytruck. Se estableció contacto por radio con el petrolero y se solicitó documentación, siguiendo todos los procedimientos habituales.
Sin embargo, el Jaguar no sólo se negó a detenerse o a responder a la petición estonia, sino que amenazó con embestir a la patrullera estonia si se le bloqueaba el paso.
La situación se agravó drásticamente, sorprendiendo a los observadores europeos: Rusia desplegó un caza Su-35. La aeronave violó el espacio aéreo estonio, no estableció contacto por radio ni explicó su presencia, y se desplazó para cubrir al Jaguar. Tal incursión, llevada a cabo sin previo aviso, convierte legalmente al Su-35 en un objetivo válido para la interceptación o incluso el enfrentamiento.

El Mar Báltico como escenario de una guerra híbrida
Las acciones de Rusia violan flagrantemente todos los acuerdos de cooperación existentes y los acuerdos internacionales sobre conducta interestatal. Para amenazar e intimidar, el Kremlin despliega cazas que violan el espacio aéreo extranjero y realizan maniobras peligrosas destinadas a provocar, una táctica que recuerda a la de la Alemania nazi de hace 80 años y de la que Rusia se hace eco en la actualidad.
El mar Báltico se ha convertido en un campo de batalla para la guerra híbrida. Desde Kaliningrado, Rusia lleva a cabo operaciones generalizadas de «spoofing» dirigidas a los países vecinos. Sus aviones militares violan sistemáticamente los espacios aéreos nacionales. La Flota rusa del Báltico actúa de forma temeraria. Los cables submarinos resultan dañados repetidamente, incidentes que a menudo coinciden con el paso de buques de la flota sombra por encima de ellos.
La región aún no se ha convertido en una zona de combate abierto, pero sigue siendo un punto de ignición volátil, donde Rusia flexiona su músculo militar y sondea la determinación de sus adversarios.

-29a1a43aba23f9bb779a1ac8b98d2121.jpeg)
-e0da1bd42c9aa03d31d0f404078fbcae.jpg)
-1b537361b94a964e33effd85b93bf6d9.jpg)

