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Nuevo pacto militar entre Rusia y Cuba: ¿está Moscú reactivando su estrategia de la Guerra Fría contra Estados Unidos?

Rusia ha reactivado la cooperación militar con Cuba, una medida que se hace eco de su estrategia de la Guerra Fría de proyectar su poder cerca de las fronteras de Estados Unidos.
La cámara alta del Parlamento ruso ratificó un nuevo acuerdo de cooperación militar con Cuba en octubre de 2025. Sin detalles concretos, se trata principalmente de un gesto político destinado a evocar el poder de la era soviética y desafiar a Estados Unidos mediante señales psicológicas más que mediante despliegues reales.
«Queda ratificado el acuerdo de cooperación militar entre el Gobierno de la Federación de Rusia y el Gobierno de la República de Cuba, firmado en La Habana el 13 de marzo de 2025 y en Moscú el 19 de marzo de 2025», informó la agencia estatal de noticias rusa TASS.
El documento, descrito como un pacto marco estratégico, se compromete a «facilitar el desarrollo y el fortalecimiento de la cooperación militar entre los dos países» y a establecer una base jurídica para futuros acuerdos sectoriales específicos. También incluye una cláusula para «proteger los intereses de los ciudadanos rusos que realicen actividades en el marco de este acuerdo».

Un renacimiento simbólico de la estrategia de la Guerra Fría
Aunque el acuerdo no contiene detalles operativos, los comentaristas rusos pro-Kremlin han especulado sobre ejercicios militares conjuntos, suministros de armas e incluso nuevas bases cerca de las costas estadounidenses.
El comentarista militar y propagandista del Kremlin Viktor Baranet, citado por el medio de propaganda ruso Voennoedelo, sugirió que Moscú podría llegar a desplegar misiles Oreshnik en territorio cubano, sistemas que, según él, podrían alcanzar Estados Unidos y «proteger a Venezuela», otro aliado de Rusia que se enfrenta a una creciente presión estadounidense. Baranets describió el pacto como una respuesta a los planes de Washington de suministrar a Ucrania misiles de crucero Tomahawk e inteligencia sobre objetivos rusos.

Estas afirmaciones son principalmente retóricas, pero ilustran cómo el Kremlin utiliza señales estratégicas para evocar imágenes de la Guerra Fría y presionar a Estados Unidos mediante una escalada psicológica, en lugar de un despliegue real.
Lecciones desde 1962: Cuando el mundo estuvo a punto de entrar en una guerra nuclear
La nueva retórica del Kremlin recuerda inevitablemente a la crisis de los misiles cubanos de 1962, el momento en que el mundo estuvo más cerca de una guerra nuclear. En 1971, el politólogo estadounidense y exasesor del Departamento de Defensa de EE. UU. Graham T. Allison publicó Essence of Decision, un estudio histórico que analizaba cómo los líderes de ambos bandos tomaron sus decisiones durante la crisis.
«En octubre de 1962, Estados Unidos descubrió que la Unión Soviética estaba instalando misiles balísticos de medio y corto alcance en Cuba», escribió. «Durante trece días, el mundo estuvo al borde de una guerra termonuclear».
Este momento marcó el punto álgido de la colaboración emergente entre Fidel Castro, el joven líder revolucionario cubano, y Nikita Khrushchev, secretario general de la Unión Soviética. Desde la victoria de la Revolución Cubana en 1959, Castro se había ido acercando progresivamente a Moscú, en busca de apoyo frente a la creciente hostilidad de Washington.

Para Jruschov, la alianza con Cuba ofrecía una oportunidad estratégica única: implantar el socialismo a pocos kilómetros de la costa estadounidense y demostrar que el mundo bipolar de la posguerra podía extenderse al hemisferio occidental. Esta convergencia entre ideología y geopolítica pronto se convertiría en uno de los episodios más peligrosos de la Guerra Fría.
Documentos desclasificados revelaron más tarde que el líder soviético Nikita Jrushchov buscaba corregir un desequilibrio estratégico. En ese momento, Estados Unidos había estacionado misiles Júpiter con armas nucleares en Turquía e Italia, lo que colocaba a las ciudades soviéticas dentro del alcance de ataque. Jrushchov pretendía restablecer la paridad desplegando en secreto misiles similares en Cuba, a solo 145 km de Florida.

Cuando los vuelos de reconocimiento estadounidenses descubrieron la operación, el presidente John F. Kennedy impuso una «cuarentena» naval alrededor de la isla y exigió la retirada inmediata. El enfrentamiento duró trece días y llevó a ambas superpotencias al borde de una confrontación nuclear.
Finalmente, Moscú accedió a desmantelar sus misiles en Cuba a cambio del compromiso público de Washington de no invadir la isla y la retirada secreta de los misiles Jupiter estadounidenses de Turquía. La crisis terminó pacíficamente, pero dejó una profunda huella geopolítica.

Cómo la crisis de los misiles de Cuba reconfiguró el poder mundial
Aunque la mesurada respuesta de Kennedy se consideró una victoria para Washington, el resultado debilitó a Jruschov dentro de la jerarquía soviética. Muchos en el Kremlin consideraron que su apuesta había sido imprudente y humillante. En dos años, fue destituido gradualmente del poder.
No obstante, el enfrentamiento tuvo consecuencias cruciales:
El establecimiento de una «línea directa» entre Washington y Moscú para evitar futuros errores de cálculo.
El Tratado de Prohibición de Pruebas Nucleares de 1963, que supuso el primer paso real hacia el control de armas.
Un consenso estratégico duradero en torno a la idea de que la política de riesgo nuclear entrañaba riesgos intolerables, una lección que marcó la política nuclear durante décadas.
Allison señaló: «La crisis de los misiles cubanos no fue una decisión aislada tomada en un momento determinado, sino una secuencia de acciones y reacciones gubernamentales surgidas de organizaciones y funcionarios rivales».
Esta idea sigue siendo relevante: lo que comienza como una señal puede convertirse en una escalada cuando la inercia burocrática, la política interna o el prestigio entran en juego.
Cuba y Rusia en 2025: Apalancamiento limitado, aislamiento compartido
La realidad geopolítica actual es muy diferente. Desde 1959, Cuba ha soportado décadas de sanciones, estancamiento económico y una influencia ideológica cada vez menor en comparación con su apogeo bajo el simbólico tándem de Fidel Castro y Che Guevara. Rusia, por su parte, entra en el cuarto año de su invasión a gran escala de Ucrania, afectada por las sanciones, las pérdidas en el campo de batalla y su creciente aislamiento en la escena internacional.
Pero Rusia sigue siendo uno de los principales socios de Cuba. En mayo de 2025, Moscú se comprometió a invertir mil millones de dólares en la economía de la isla, pero admitió que el plan «tardaría tiempo» en implementarse.
Sin embargo, su alianza parece ahora en gran medida simbólica: un gesto de competencia hacia Estados Unidos y un intento de Moscú de proyectar su fuerza en el hemisferio occidental. Como señala el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, las acciones de Rusia en la región representan «una forma de compromiso simbólico con sus aliados que suele desafiar el liderazgo de Estados Unidos en la región».
La demostración de poderío militar de Rusia en el Caribe forma parte de un enfoque de «reciprocidad simbólica» en sus relaciones con América Latina y el Caribe.
Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales
Es parte de una cooperación militar más amplia entre ambos países, que por ahora se limita al envío de hasta 20 000 mercenarios cubanos para luchar del lado de Rusia en su guerra de agresión contra Ucrania.

El 8 de octubre de 2025, el mismo día en que se ratificó el pacto de defensa con Cuba, Rusia se retiró de un acuerdo clave de control de armas con Estados Unidos y anunció que recuperaría 34 toneladas de plutonio apto para armas nucleares que en 2000 se había decidido eliminar en virtud de un acuerdo nuclear. Esta medida, que se hace eco del Tratado de Prohibición de Pruebas Nucleares de 1963 que siguió a la crisis de los misiles en Cuba, pone de relieve cómo Moscú está desmantelando décadas de salvaguardias posteriores a la Guerra Fría, al tiempo que revive la retórica de la confrontación entre superpotencias.
Sin embargo, como nos recuerda el análisis de Allison, las crisis rara vez comienzan como actos deliberados. A menudo surgen de una cadena de improvisaciones, maniobras propagandísticas y reacciones burocráticas, por lo que vale la pena seguir de cerca ecos históricos como este.
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